En éste, su segundo largometraje, Salvador Calvo («Los últimos de Filipinas») nos trae una historia compuesta por tres tramas paralelas cuyos personajes, en algún momento y por separado, tienen un instante de conexión. Pero, sin lugar a dudas, la trama principal es la que corresponde al niño que lleva el nombre de Adú y que da título a la película, un perfecto y magnífico Moustapha Oumarou por su natural expresividad. Nos cuenta como Adú, un niño de seis años junto a su hermana de pocos años más que él, se ven obligados a abandonar su hogar en lo más profundo del corazón de África y comenzar un largo viaje para llegar hasta España y poderse reunir con su padre. A destacar asimismo en esta trama y en el conjunto de la película la interpretación de Adam Naourou como el adolescente que acompaña a Adú en buena parte de su viaje, huyendo de su propia situación y en busca de un lugar donde poder mejorar.
La película más que correctamente dirigida por Salvador Calvo y aderezada con una banda sonora impecable compuesta por Roque Baños, adentra al espectador no tan sólo en ese viaje aventurero del niño, sino también a un viaje a lo más profundo de sus propios sentimientos, como hacen los protagonistas de la trama paralela donde Luis Tosar como activista de una ONG y hombre de principios que mantiene una relación tormentosa con su hija, interpretada por Anna Castillo. En cuanto a la tercera trama corresponde a un grupo de guardias civiles de Melilla que, a mi parecer, parece como de relleno haciendo perder fuerza narrativa debido a su falta de rigor, dejando toda esa parte como algo anecdótico, excepto su parte final que es lo que añade más carga dramática al conjunto.
En resumidas cuentas, película altamente recomendable, que muestra al espectador lo que es la lucha por la supervivencia en un mundo cada vez más hostil, llevándolo a un viaje hacia sus propias emociones.
J. Cano 31-1-2020
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